lunes, 15 de agosto de 2016

San Mateo y la Rosa, por Garper


 EL RINCÓN DE GARPER
 
LA ENTRAÑABLE ROMERÍA DE SAN MATEO Y LA TRADICIONAL VERBENA DE LA ROSA

 Inmersos estos días de septiembre en las grandes fiestas de Ampuero, hoy viajamos, a través del suplemento dominical Laredo – Asón, a las raíces y los recuerdos de la entrañable romería de San Mateo y de la tradicional “Verbena de la Rosa”.
     José María de Cossío, en su libro “Rutas literarias de la Montaña” escribe: “En esta tierra consagrada por la piedad montañesa y próxima al barrio de Bosquemado, si no estaba en este mismo lugar, debió existir un castillo al que viejas crónicas llaman de San Mateo, en el que es tradición arraigadísima y que cuenta con el apoyo de venerables textos, que se crió el famoso Conde de Castilla Fernán González.
Somahoz se llama la eminencia que sobre Marrón y a la vista de Ampuero sostiene el santuario de la Patrona de la Montaña, Nuestra Señora Bien Aparecida. Hubo en aquel lugar una ermita, ya en los principios del siglo XVII, ruinosa y a punto de abandono dedicada al santo Evangelista San Mateo.”

   Ya tenemos la raíz profunda del origen de la festividad de San Mateo que los ampuerenses celebran en estas alturas. Y lo hacen en el Santuario donde la Patrona de la región tiene su trono. Ampuero, en el siglo XX tuvo un floreciente comercio y, como los comerciantes del ramo de hostelería especialmente, no podían subir el 15 de septiembre a honrar a la Bien Aparecida, decidieron cerrar todo el comercio para poder celebrar el 21 de septiembre lo que no habían podido hacer seis días antes. Por ese motivo se potenció esta festividad local convirtiéndose en una entrañable y típica romería.
     Muy de mañana suben los romeros para preparar las mesas esparcidas bajo el robledal centenario. Poco a poco se va congregando el gentío. Suenan bombas y cohetes. Hay alegría en el ambiente con tipismo montañés. Llega la misa en honor a San Mateo oficiada, como ya es tradición, por el párroco de Ampuero. A continuación la solemne procesión. Luego llega el bullicio, las canciones y las jotas montañesas. Se alterna, se empina la bota y, qué costumbre más entrañable: Los encuentros y las tertulias de los amigos de infancia, ya que muchos se ven de año en año…

   La mesa esta puesta, sobre al mantel se encuentran las viandas. No falta el filete empanado, la tortilla, el bacalao rebozado, los ricos pimientos de Ampuero…y la bota de vino que salta de alegría de mano en mano. Huele a café bajo el robledal. Todo el pueblo, como en Fuenteovejuna todos a una, vibra de alegría y unión. Luego, siguiendo con rigor lo de “y después de llenar la panza viene la danza”, como diría Sancho Panza, viene el baile hasta que el sol se oculta y la muchedumbre baja hacia Ampuero.

   Antiguamente se hacía la tradicional Verbena de la rosa, pero desde los años ochenta la verbena se suele hacer el sábado más próximo a San Mateo. El origen puede arrancar del año 1935 cuando el día de la festividad de La Bien Aparecida se celebró la fiesta de la flor. Un grupo de bellas señoritas asaltaban a los mozos ofreciendo una sonrisa y una flor a cambio de un donativo que la comisión de fiestas lo empleaba para celebrar la fiesta del Día del Niño.

   Para hacernos una idea, podemos considerar la verbena de la rosa con una edad próxima a los 80 años. Los chicos compran una rosa roja y las chicas la reciben de forma gratuita de color blanco. Las flores van numeradas y tienen que encontrarse coincidiendo el mismo número. Era costumbre, llegado el momento final, que los que encontrasen pareja bailasen tres bailes en el centro de la plaza acordonada. Luego, durante varios años se culminaba con el baile de la patata que consistía bailar con las manos atrás y una patata que había que sostener entre la frente del chico y la chica. Se hacía un sorteo con varios premios donados por el comercio.  En los tiempos gloriosos de la S. D. Peña Revilla, organizadora del evento tocaron afamadas orquestas como la Siboney de Trubia, con el cantante Jandro y la Cubanacán con su inolvidable toque del silencio en una esquina, con el que el trompetista nos deleitaba en la noche de la verbena que tanto gusta a los ampuerenses y foráneos…

 

 

 

 

 

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