lunes, 4 de julio de 2016

Personajes populares ampuerenses


Después de leer el artículo de Jesús Martínez Teja, sobre los tipos populares que vivieron en Santander, que ya publicamos, es inevitable no pensar en la galería de “personajes” que residieron en nuestro pueblo, cada uno de ellos con sus singularidades propias.
Las personas populares han quedado en la memoria por sus anécdotas, su picaresca, su sentido festivo; también por el oficio que desempeñaron, su aspecto físico, su generosidad o lo contrario, etc.  En cada generación destacaron unos vecinos porque de alguna forma llamaron más la atención. Y como resulta imposible enumerar a todas estas personas me limitaré a mencionar unos ejemplos.
En la foto Daniel Freire y Alberto Santos.

A  “bote pronto” se me ocurre recordar a Berto, el vivillo, que vivía en uno de los locales de la plaza de toros y cuidaba a los toros en los corrales. Su padre también fue un personaje muy célebre  y cuentan que en cierta ocasión se cayó del campanario de la iglesia de Cerbiago, aunque sin grandes consecuencias.

 
Muchos aún tenemos fresca en la memoria la estampa menuda de Tino, el zaragato, el último carretero que repartía por los comercios y las casas las mercancías que llegaban a la estación del ferrocarril. Recuerdo como los niños nos subíamos a su carro, tirado por la yegua “Niña”, a veces lo permitía con agrado otras se enfadaba y nos apeaba a varazos.
Quinín Caller fue guardameta del Racing, del Atlético de Aviación y del Betis, un grandísimo portero aunque poco disciplinado. Ricardo Zamora lo calificó “como un diamante sin pulir”, fue un personaje castizo y guasón.
Taquio, el guardarríos del Asón, acompañó a Franco a pescar salmones, persona muy aficionada después a jugar al ajedrez y al frontón.
De Sebastián, el veterinario, podrían contarse un sinfín de anécdotas porque el personaje dio de sí lo suyo, bien le conocieron los asiduos al café del Universal donde jugaba a las cartas. En una ocasión no tuvo más remedio que asistir en compañía de Estebín al parto de una vaca, creo que en Cerbiago y cuando comenzó a asomar el ternero, que al parecer venía mal, a Sebastián no se le ocurrió otra cosa que persignarse y exclamar: “Jesú, José y María, ¿pero qué es esto?” y luego salir del establo más que deprisa perseguido por el ganadero.
- “¡Pero vuelva aquí! ¿Qué voy a hacer yo?”.  
- ¡Pues hijo, llame a un veterinario! exclamó Sebas mientras huía corriendo hacia la camioneta que Estebín ya con cierto recelo había aparcado girada hacia Ampuero, por si las moscas.

 En la foto: Eduardo Mendiondo, Titi Gascón,
Isaias Herrero y Mon Caller.
 
En esta lista improvisada de “figuras populares” incluiría a
Antonio Martínez “Cabrera”, un albañil sordomudo y durante décadas un gran torero aficionado con grandes dotes mímicas. Y  junto a él a su gran amigo, Rafael Sañudo,el ciclón de Coterillo”, “Oca”oel rubio” como también lo llamaban. Ambos realizaron “memorables” faenas en el ruedo de la Nogalera. De estos “esforzados humoristas del riesgo”, como los calificaba Pablo Morillas, podríamos pasar a nombrar a Daniel Freire, el conocido alguacil, siempre presente en las calles y la plaza de Ampuero yendo de un lado para otro con ganas de contar algún chiste. Y también es  digno de recordar Manolo Secunza, regente de las boleras, del bar de la plaza de toros y un gran tornero y artesano de las bolas y los bolos en su pequeño taller de la calle Abajo.
Titi, el mudo, de la Peña Los Silenciosos, que por cierto este año cumple sus bodas de oro; Leandrín, chispas, el confitero de la Ideal o Avelino, el de Bernales, aquel señor que empujaba cojeando un carrito para la rifa y montaba el tinglado de tiro con escopeta en los soportales de la plaza. Chelín, buen pescador, jugador de bolos y animador de desafíos en la Nogalera, apostando “doble contra sencillo”. Como no recordar a Agapito Barriocanal o al fotógrafo Gerardo Matas.

Manolo Secunza recibiendo un homenaje por parte de ADALA, junto a su esposa y Garper.

Algo más antiguos fueron Mero Pacheco, todo un showman, amigo de los disfraces y animador de las fiestas, cuando él llegaba en el tren de Bilbao con los txistularis, era como si se lanzara el chupinazo o Manuel Olivares, el andaluz, que condujo coches de caballos y asistía a los toros con sombrero andaluz.
Todos ellos ya nos dejaron y van unos cuantos, pero sin duda faltan muchos hombres y mujeres que fueron lo suficientemente singulares en su tiempo para ser mencionados. A cada lector se le ocurrirán sin duda más nombres para engrosar esta lista, esta colección de cuadros humanos dignos de recordar cada uno con sus rasgos únicos e irrepetibles.
La historia de cualquier pueblo, por pequeño que sea, no puede contarse sin la historia de sus personajes populares. Sólo en la Bárcena y guiado por escritos de nuestro amigo Garper, podría citarse  a Milio, “el chato”, el mejor jotero en sus tiempos, fuerte y noble. A Mariano Romaña, que hacía albardas para los pollinos, chistoso e inventivo. A Chepe Secunza, entusiasta de muchas fiestas y proyectos colectivos o Vicente Otegui, Chíbiri, al frente de las charangas; a Gorio Núnez, gran matarife de chones; a Liqui, el ganadero más popular: “De mañana a noche entre vacas canturreando montañesas y repartiendo alegría a quien se acerca a él”.

Estas personas populares son símbolos de una identidad local y parte inseparable de su cultura, que no debiera ser desconocida por las nuevas generaciones. Decía Delibes que las culturas populares se han ido globalizando, y es cierto ya parece que todos vemos los mismos programas de televisión y hablamos de los mismos temas. El mundo agrario se ha transformado y en Ampuero, como en tantos lugares, camina en franca retirada. Muchos oficios arraigados durante siglos han desaparecido. La época moderna ha traído muchas cosas positivas pero no parece que haya favorecido la aparición de nuevos personajes populares, al menos, como dijo Jesús Martínez,  “con la calidad y cantidad de antes”.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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