Pequeña reseña sobre el origen de “el chupinazo”
El lanzamiento de “el chupinazo”
desde el balcón del ayuntamiento, que anuncia los comienzos de las
fiestas, es el instante en el que se
descorcha la alegría, el inicio del ruido, el baile, los tragos a los
botellones; la legitimación de colocarse el pañuelo al cuello ya bendecido un
año más por las autoridades y el protocolo parrandero.
Cartel de Jan Martz
Hoy en día sin este festejo
preliminar muchos no entenderían las fiestas, porque lo consideran un acto
intrínseco a ellas, necesario y ligado a la tradición, pero realmente no ha
sido siempre así pues se trata de una costumbre
importada, lógicamente de Pamplona, y más bien “moderna”.
El primer lanzamiento del chupinazo
tuvo lugar el año 1978 a requerimiento de los miembros de una peña que se
terminaba de crear cuyo nombre precisamente era “El Chupinazo”. El entonces
alcalde Francisco Céspedes no era muy proclive a celebrar este acto, pero por
la insistencia de los miembros de la nueva peña y la intervención de Suca Viota
finalmente el alcalde aceptó, nos cuenta Emilio, uno de los testigos del
acontecimiento.
“¡Anda, tírales de una vez el cohete
a estos chavales!”- ordenó Céspedes a Daniel Freire, en el balcón de la casona.
“Y debajo solamente estábamos reunidos
los aproximadamente veinte integrantes de “El Chupinazo” con un bombo y unos
platillos. ¡Ah, y también estaban Pedro Deza y Zapa!”.
Fue por lo tanto un acto festivo
improvisado que no figuraba en el programa de festejos. Aquel año 1978 para el
día 7 se anunciaba en el Alerta: “A las 8 de la noche, en la iglesia
parroquial, misa dialogada con sermón. A continuación, por las calles de la villa,
procesión de las antorchas. A las 10 verbena
popular”.
En aquellos años lo que solía
celebrarse como inicio de fiestas era un desfile de peñas y asociaciones
deportivas que partía de las escuelas y terminaba en la plaza. Y mucho antes
recuerdan los mayores que cuando la víspera de fiestas llegaba en el tren de
Bilbao a la estación de Marrón, Baldomero Pacheco con los chistularis, se
generaba un ambiente y una animación que podría decirse hoy que semejaba al
lanzamiento de “el chupinazo”.Al año siguiente, es decir en 1979, sí que ya el chupinazo estaba organizado. Pablo Morillas escribió en el Alerta: “El alcalde de Ampuero, don Francisco Céspedes, lanzó al aire, desde el balcón del Ayuntamiento, el sonoro y alegre “chupinazo” que puso en marcha, diríamos que oficialmente, el apretado y variopinto calendario de acontecimientos taurinos con que la villa va a cumplir puntualmente su nueva cita con la tradición. El “chupinazo” y el posterior “riego” de una botella de “champán” sobre las cabezas del abundante público, vino a decir que, de momento y por unos días, quietos los problemas y fuera las penas, que de ellos y ellas saben mucho- por recientes- los ampuerenses y en arreglarlos y mitigarlos están volcados todos...” (Probablemente el periodista y crítico taurino se estaba refiriendo a los daños causados por la gran riada del 7 de junio de 1978).
Y así comenzó todo y ya se han tirado
desde entonces “a esos chavales”, 39 cohetes-bomba. ¡Cómo pasan los años! Las
tradiciones surgen de pequeños actos que a veces se improvisan y si caen en
gracia se mantienen, si pierden el respaldo del público desaparecen.
Ocurrió así un 14 de septiembre de
1941 con la encerrona, se conmemorará este año su 75 aniversario. Aquella
primera carrera de novillos bravos mezclados con vacas monchinas se celebró en
plan de guasa, contando con poco apoyo de la alcaldía, nadie imaginó que en apenas tres o cuatro años calara tan hondo
en el sentimiento de los ampuerenses y de los forasteros.Y otra curiosidad que me menciona Emilio: “Ahora para iniciar las fiestas de muchos pueblos de Cantabria, incluida Santander, lanzan un chupinazo desde el balcón del ayuntamiento correspondiente, antes eso sólo sucedía en Ampuero”.
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