como todos los de tu especie, en el humilde seno de una pequeña bellota
hace más de cuatro siglos. Fuiste un elegido y te elevaste poco a poco
alimentado por cada luna llena, por cada nevada, por cada primavera
lluviosa, por cada eclipse y cada arco iris hasta alcanzar tu talla admirable.
diámetro de tu copa alcanza los 25 metros.
Cuando despuntaban tus primeras hojas la corte estaba en
Valladolid y reinaba Felipe III, la Inquisición perseguía a las brujas de
Zugarramurdi y eran los tiempos en los que Quijote luchaba contra los molinos.
Los días de Quevedo, de Lope y Góngora y de cuando los pastores descubrieron a la Virgen de la Aparecida .
Nunca has sido amigo de ostentaciones, ni de moverte mucho de tu sitio, te gusta escuchar en silencio y observar desde tu atalaya frondosa el trasiego de Ampuero y sus vecinos. ¡Cuánto has contemplado de ellos! Sus dichas y penurias, su juventud, sus vanidades, sus amores, su violencia, su muerte y su olvido.
Has sido testigo de cómo se espigaba la plaza y las calles aledañas, de cómo surgían edificios y las carreteras se llenaban de automóviles. Presenciaste en su día disparos carlistas, alguna que otra bomba y algún crimen sonrojante. Has asistido a muchos
entierros y todos saben que también estarás presente en el suyo.
síntoma de debilidad hace un par de años, cuando aquel iracundo
vendaval mutiló tu majestuosa silueta.
ocurrencias.
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