EL RINCÓN DE GARPER
EL
ÚLTIMO MOLINO MAQUILERO DE AMPUERO
En
Ampuero se asentaron hasta veinticinco molinos maquileros. Se conocían como
maquileros por eso de la maquila, es decir, por la porción de grano que le
correspondía al molinero por la molienda. Era costumbre cobrar en metálico y
luego, según el peso del saco, el molinero cogía con la puñera una porción de
maíz. Además de la puñera se usaban las medidas del celemín, que en Ampuero
equivalía a unos once kilos y medio, y el cuartillo.
De algunos molinos quedan sus ruinas y de la
mayoría, tan solo el recuerdo de lugareños metidos en años. Todos, menos el de
Órtola ubicado en Bernales, duermen en el tiempo. Nos referimos al molino
ferrería de Entrambosríos, llamado así por el enclave donde está situado.
Empezó su andadura como molino en 1377 y en 1392 pasó a ser ferrería hasta 1765
que volvió a ser molino otra vez, siendo el único que se conserva en la
actualidad de forma íntegra. Es el último eslabón que nos queda, convertido en
joya, gracias al empeño de los propietarios que lo conservan con espíritu romántico.
Y el cronista rememora los momentos felices que pasó en su infancia con su
amigo Marcelino González, “Nino, el del molino”. La actividad en el molino, en
los años sesenta era incesante. Llegaban gentes de todo Ampuero y otros lugares
como los de Liendo y Seña que, atajando por Limpias, venían con sus burros
portando el maíz.
Todavía oímos el ruido acompasado que se
originaba con la caída del maíz de las tolvas hacia las ruedas o discos.
Veíamos, con mucha curiosidad, como Tonio, el padre de Nino, hacía el ritual de
la puñera. Nos gustaba asomarnos y ver salir el agua salpicada de las turbinas:
“Ya baja, ya baja la represada”. ¡Qué ratos más agradables pasamos en el
molino! Aun nos llega el olor de harina de maíz que inundaba todo el entorno.
Sí, el maíz que fue la base de alimentación de aquellos tiempos que guardamos
en la memoria y que nuestros padres y abuelos nos ayudaron a hacer camino en la
vida.
Nuestro buen amigo Marcelino González, que
es un pozo de sabiduría cuando de molinos y ferrerías se trata, entre su
extensa documentación nos ofrece estas curiosidades de su querido molino: “En
esta ferrería se sucedieron violentos sucesos en el siglo XIV y en 1723
falleció Bartolomé de Amezqueta, uno de los propietarios, habiendo un concurso
de acreedores para la ejecución de los pagos mientras se consumía la vela que
era cosa frecuente en estos casos. Entre los bienes subastados para cubrir las
deudas estaban las tres cuarta partes de este molino ferrería de Entrambosríos
siendo el mejor postor José de la Cotera con 8500 reales de vellón pagando al
momento 1550 reales dando una cuarta parte del molino ferrería a su hemana
Manuela de la Cotera, viuda de Juan de Espina Velasco, otra cuarta parte a sus
hijos y las otras dos se las cedió a Antonio de Haedo Martínez, posiblemente
antes de 1750”.
Este molino, Patrimonio Cultural de
Cantabria desde el 11 de junio de 2004, perteneció también a las familias
Espina-Velasco, a Juan Fernández de Isla y Alvear, Emilio Talledo, en 1852 para
llegar en 1946 a manos de Marcelino González Albo, conocido cariñosamente como
Órtola.
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