miércoles, 1 de abril de 2015

Un Torero para Cantabria, por Damián



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UN TORERO PARA CANTABRIA 
  Por Damián Revuelta - Aficionado de España
[ 31/03/2015 ]
 
   
 
Cantabria, tierra alejada de las tradicionales zonas de crianza del toro bravo, no ha sido que digamos muy pródiga en dar toreros naturales de la región, pero la afición montañesa, de siempre, ha adoptado como propios a aquellos toreros que, sin ser originarios de la tierruca, mantenían una especial vinculación con ésta por diferentes motivos, contribuyendo así a avivar la llama de la afición en nuestra región.

Todos ellos, naturales y adoptivos, cumplieron en mayor o menor medida con ese papel de toreros de la tierra. El primero de ellos, nacido en Santander pero afincado en Valencia desde niño, el malogrado Félix Rodríguez, llamado a ser el mesías de la Fiesta en la edad de plata del toreo. Hoy en día, su recuerdo está perpetuado por una estatua colocada a la entrada del coso de Cuatro Caminos y por la peña taurina de su mismo nombre, decana de las peñas montañesas.

Pero habría que esperar muchos años, hasta la feria de Santiago del año 1967,  para ver como un torero natural de Cantabria se doctoraba en Tauromaquia en la primera plaza de toros de la región. Su nombre Pablo Alfonso Fernández Rueda “El Norteño”, que años más tarde alternaría en los ruedos con su coetáneo Fidel Sanjusto Fernández, Curro González en los carteles, protagonistas ambos (el uno de Molledo, el otro de Viérnoles) del único momento en que coincidieron dos matadores de toros cántabros en activo.

Pasado un tiempo sería el hijo de “El Norteño”, Diego Rueda, quien siguiendo los pasos de su progenitor tomó la alternativa en el año 1989 y durante varias temporadas, hasta su retirada definitiva en el año 2001, luchó con denuedo por remontar el vuelo como matador de toros.

Hasta un novillero venezolano hubo en la década de los 50, Sérbulo Azuaje, que tras hacerse matador de toros en la vieja placita de La Nogalera de Ampuero, renunció a la alternativa para volver a tomarla de nuevo, años después, en el coso de piedra de Santoña, con Antoñete de padrino y Bernadó de testigo. Todavía hoy existe en la villa marinera que tan bien lo acogió una peña que lleva su nombre.

Y no podemos olvidarnos de aquellos paisanos (Paquito Oria, Menchaca, Tinín Morillas, José Luis Severiano “El Gusanero”, entre otros) que un día emprendieron la dura y difícil aventura del toreo sin llegar a ver cumplidos sus sueños de gloria. Ellos también pusieron su granito de arena.

En la actualidad, el único matador de toros vinculado a Cantabria que se mantiene en activo es Francisco Marco, natural de Estella, Navarra, pero santoñés de adopción. A pesar de haber cosechado algunos éxitos importantes y acreditado un valor espartano a prueba de bomba, le ha faltado al navarro ese punto de suerte necesaria en momentos clave de su carrera.

Bueno, el único no. Muchos aficionados de Cantabria, y en especial la afición ampuerense, tienen puestas sus esperanzas en un torero del sur, de nombre Marco Antonio, oriundo de Alcalá de Guadaira, que recaló hace años en Ampuero, donde tiene fijada su residencia y es muy querido, incluso formó parte de la plantilla del club de fútbol local hasta la temporada pasada.

La carrera novilleril de Marco Antonio Gómez León fue fulgurante, liderando el escalafón y causando una grata impresión tanto en La Maestranza como en Las Ventas, donde llegó a cortar una oreja. Luego de un periodo de alejamiento de los ruedos, retomó su carrera en el año 2011 para tomar la alternativa en Dos Hermanas, Sevilla, pero las cosas no rodaron como él esperaba y desde entonces no ha vuelto a vestirse de luces.

 A orillas del río Asón, Marco ha recobrado la ilusión por ser torero. Su guerrilla por los pueblos de Castilla, de capea en capea, de encierro en encierro, acompañado siempre de su cuadrilla de amigos y buenos aficionados ampuerenses, ha hecho que vuelva a hervir la sangre torera que corre por sus venas. Nada le ha importado que su imperial nombre no figure en carteles de tronío para jugársela sin trampa ni cartón, ganándose el respeto y el reconocimiento de los aficionados que acuden en masa a los festejos populares, que eso también es la Tauromaquia.

Aún se habla y no se para de sus éxitos en el reciente Carnaval del Toro de Ciudad Rodrigo. Pegarle al toro-toro que salta a la arena de la plaza mayor mirobriguense esos muletazos, totalmente encajado, con la hondura y verdad con que lo ha hecho Marco Antonio, está al alcance de muy pocos. Y lo cierto es que verlo reconcilia a uno con la afición, tentado como ha estado de apostatar de ella después de tantas tardes tediosas sentado, al frio o al calor, en mi localidad venteña, harto del adocenamiento actual de la fiesta, de tanto destoreo (eso sí, del bueno) y de tanto toro con “buen fondo pero falto de duración” que dicen algunos, cuando en realidad debieran decir falta de raza.

La temporada taurina cántabra madrugara este año con la corrida de toros que para el próximo 2 de Mayo se anuncia en la plaza de toros de La Nogalera. En el cartel, Alberto Álvarez, Marco Antonio Gómez y Jiménez Fortes, que estoquearán toros de la divisa de Guadalmena. Será una ocasión única para que Ampuero (que esos días celebra su particular Feria de Abril) se reencuentre consigo mismo y con una de sus más destacadas señas de identidad; y quién sabe si esa fecha marcará un antes y un después en la historia taurina local y regional.

Ese día, Marco Antonio verá, por fin, cumplido su anhelo de hacer el paseo vestido de luces ante el que ya es su público, dispuesto a demostrar que es, y quiere ser, lo que es: matador de toros, de Ampuero y de Cantabria. Y de Sevilla, claro está.
Ese día, como los madrileños frente al invasor 207 años atrás, la afición cántabra se tiene que levantar a un solo grito ¡Cantabria tiene un torero!

 
  

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