sábado, 27 de diciembre de 2014

La última hilandera

Al sol y bajo el tejadillo del porche hila la viejecita, la última vieja que hila en el pueblo. Otras vecinas la acompañan; una hace medias de lana; tal vez la última que haga medias de lana, su hija ya las gasta de seda. Otra remienda los calzones del su hombre; el su hijo ya no gasta calzones.
Las viejas añoran sus tiempos, sus lejanos tiempos juveniles, cuando en la fiesta mayor lucían sus trajes de charra; cuando bailaban, honestamente separadas de los mozos, la charrada y el fandango al son del tamboril y la dulzaina, sin ofender al Señor, como las mozas de ahora con esos agarraos y esos lujos que el diablo (¡Ave María Purísima¡) trujo para encandilar a los hombres y perderlas a ellas.


De recuerdo en recuerdo, van evocando los hechos pretéritos, las tradiciones, las consejas que ellas oyeron a sus abuelas, que a sus abuelas les contaron las suyas, y la vieja que hila la lana tira del copo y hace girar la rueca, mientras su voz, que suena en el silencio de la tarde como un eco de algo muy bello que se aleja y se pierde, recita lentamente el viejo romance ...

                                                                                                     L. Alonso. La Esfera 1924

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